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Ninfomanía, la ilegalidad del placer

Por Deysi Torres Jaramillo

A lo largo de mi vida, he cultivado la habilidad de anticipar situaciones y entender las emociones
subyacentes a través de gestos y miradas, más que palabras.

Sin embargo, al compartir detalles sobre mis experiencias sexuales, noté la reacción negativa de los demás, lo que me llevó a comprender que el mundo no tolera una dosis extra de sinceridad.

Para adaptarme, me vi obligada a inventar o agregar experiencias «normales» a mi vida sexual.

Esta negación de mi verdadera identidad se convirtió en una pesadilla que solo se cura confesándola.

Doctorcito

A los cinco años encontré un libro de sexualidad. Vi la imagen de un hombre y mujer desnudos.

El genital masculino llamó mi atención, no me horrorizó ni tuve asco, de hecho, quería indagar.

En otra fotografía observé a una pareja, ella sobre él. Sentí unas cosquillitas que me hicieron apretar las piernas.

En mi infancia no experimenté traumas por desintegración familiar, ni padres maltratadores o alcohólicos; ambos proporcionaron un entorno estable.

En la escuela, tuve amigos y era considerada una buena alumna. En resumen, fui una niña común, con sus propias experiencias y desafíos, en general, una niñez feliz y equilibrada.

Siendo hija única, mis padres me permitían jugar todas las tardes con mis primos, que vivían cerca. Yo tenía ocho años, mi primo Diego siete, y mi prima Ana la misma edad que yo. Aunque Ana tenía mi misma edad, prefería jugar con Diego. Durante un tiempo, solíamos jugar al
“doctorcito».

–A ver abre la boca y diga ¡ah! –decía Diego.
–¡aaah! –respondía yo.
–Bien, ahora escucharé tu corazón.
Él solía usar algún objeto improvisado que simulaba ser un estetoscopio.
–Ahora respira –añadía.
Luego daba un pequeño golpecito en la rodilla y preguntaba – ¿Te duele?
–No, Doctor –contestaba yo.
–¿Y aquí? – decía mientras tocaba mi muslo.
–Tampoco, Doctor –respondía.
Así continuábamos con el juego hasta que tocaba mi “conchita, flor, cosita, panocha, tesorito”, (llámele como guste).

Con el tiempo, no importaba el juego y terminábamos tocándonos.

Nos besábamos torpemente que terminábamos con la boca abierta al mismo tiempo, entonces reíamos.

En ocasiones, solo yo le tocaba el pito. Hubo momentos en que él no quería participar en el juego, lo que me entristecía, pues me encantaba jugar a refregar nuestros cuerpitos.

Ana nunca se unió a nuestras travesuras. Si en nuestro juego no asumía el papel de enfermera, de pasar las cosas, simplemente la excluíamos. Afortunadamente, nunca nos acusó.

Después de dos años, mis primos se mudaron y nunca volvimos a mencionar nuestros juegos. Ahora, mi primo está casado y tiene dos hijas, mientras que Ana está divorciada y tiene una hija.

Desde entonces, nunca volví a jugar algo similar con otro niño.

Compañerito para Squirt

«Squirt» es el término para la eyaculación femenina, que puede ocurrir durante dos tipos de orgasmos: vaginal y clitoriano.

Este líquido, que proviene de las glándulas de Skene o Parauretrales, difiere del semen. Algunas mujeres pueden expulsar grandes cantidades de líquido de manera rápida y enérgica, a lo que se conoce como «manantial».

Aunque la mayoría de las mujeres tienen la capacidad de experimentar el Squirt, no todas lo notan debido a la escasa cantidad de líquido expulsado.

Cuento con un «compañerito» (así bauticé al vibrador). Conocí este artefacto durante un período difícil en el que me sentía sola y aburrida, quizás porque las oportunidades de conexión emocional eran escasas o simplemente no sentía el deseo de relacionarme con nadie, como quien diría de vacas flacas.

A los 21 años, una amiga me habló sobre los beneficios de este instrumento. No tuve dificultades para conseguirlo, ya que en toda la ciudad de Quito hay tiendas exclusivas de juguetes sexuales.

Personalmente, solía frecuentar la tienda Pk2, situada en la calle la Y. Al adquirirlo, descubrí que este amiguito nos acompaña desde 1880, inicialmente recomendado por razones médicas. En aquel entonces, las mujeres buscaban a los médicos para un masaje estimulante en el clítoris, considerado un remedio para aliviar el mal genio y otros malestares.

La demanda era tal, que el doctor Joseph Mortimer patentó el primer vibrador electromecánico. Como muchas mujeres, me sentí incómoda al comprarlo y opté por decirle a la vendedora que era un regalo para una amiga.

La primera vez que mi «compañerito» me condujo al orgasmo, supe que más que un juguete sería mi cómplice. Con él encuentro un lugar donde puedo ir cuando el mundo me abruma.

Si debo describir un orgasmo con el vibrador diría que trasciende lo físico a lo mental, te acalambra el alma y la sensación llega hasta el centro de las entrañas hasta perder los estribos.

Uso mi vibrador casi todos los días, pero estoy consciente de que nunca reemplazará al hombre, aunque este último no sea tan conveniente.

¿Significa que soy ninfómana? Posiblemente la
adicción al sexo se define como una necesidad incontrolable de buscar y experimentar actividad sexual, lo que puede incluir relaciones sexuales con otras personas, masturbación excesiva, consumo desmedido de pornografía y exhibicionismo.

Cam4

Rara vez recurro a la pornografía, prefiero optar por películas con contenido visual que estimule mi imaginación con imágenes eróticas que sugieren más de lo que muestran.

Estas obras cobran vida en mi mente, permitiendo que mi imaginación tome el control. Me cautivan los detalles: cortejo, respiraciones, caricias, miradas y posturas que prometen futuros encuentros pasionales.

A los 19 años, me aventuré a mostrar mi genialidad como guionista al desnudarme en la plataforma Cam4, donde interactuaba virtualmente con usuarios y recibía compensación.

Durante un tiempo, mi principal actividad sexual fue virtual, lo que algunos expertos denominan como hipersexualidad si afecta la vida social. En mis ocho videos, mantuve mi identidad oculta con máscaras, mostrando solo una sonrisa mientras el resto de mi cuerpo se revelaba gradualmente.

Más que lo económico, el verdadero beneficio fue el contacto con hombres para futuros encuentros.

Disfrutaba sentirme atractiva, poderosa e interesante, y estaba claro que no era una mujer comprometida con uno solo. Quiero enfatizar que las mujeres podemos entregar la entrepierna sin entregar el corazón, por pura necesidad física.

Creamos historias en la que nuestros amigos nos la meten y nos montamos sobre ellos sin preocuparnos en ¡qué cagada cometí!

Tengo una colección de penes fotografiados de todas las formas, tamaños y colores. Por cierto, olvídese del mito de que todo negro lo tiene grande.

He visto negros y mulatos con proporciones moderadas y blancos muy bien dotados.

Actualmente, Cam4 sigue en funcionamiento, pero cerré mi cuenta.

Fuck Friends o amigos con derechos.

El primer fuck friend lo tuve a los 16 años. En el colegio me gustaba David, un compañero flacucho, de 1,61 y bastante feo, para mí un Adonis. No estaba enamorada eso es seguro, pero mierda sí que me gustaba, lo sabía por las hormiguitas en el estómago.

Todos en el curso lo sabían y planeaban innumerables citas que fracasaron. ¿La razón? Su desinterés por mí.

Pero un día, después de unas cervezas, en el momento y lugar menos esperado sucedió. Tan solo tratar de recordar, me duele.

De repente, todo fueron manos, piel, humedad y pasión. Besarlo, morderlo una y otra vez, sentir que se excitaba me estremecía.

Dejé que me bajará el pantalón junto con mi tanga morada de estrellas, hasta las rodillas. Él tampoco se desvistió del todo. No era mi intención perder la virginidad, pero pasó. Ambos inexpertos en las artes amatorias.

Ese día entregué la entrepierna y me salió el tiro por la culata (literalmente). Tal vez fueron tres minutos por delante, cuatro minutos por detrás o quizás menos, no lo sé. Lo cierto es que no sentí placer, solo ardió como infierno.

A los pocos días todo el colegio lo sabía y me miraban con lástima. Tal vez por ello, él me pidió una cita formal.

Si esto les pasa después de coger, lo que intenta decir la mente masculina es «quería tirar, pero tampoco soy un hijue puta”.

Pero la mente femenina entiende «me respeta, y me quiere, él es el indicado». Si te pasa esto, huye.

He experimentado numerosas situaciones eróticas más allá de mis fantasías sexuales, incluyendo encuentros en lugares públicos que aumentan la excitación debido al riesgo.

Cumplí con la fantasía común del 80% de las mujeres al pasar una noche con una persona del mismo sexo.

Aunque disfruto del sexo, tengo estándares personales tanto en términos de atracción física como en la dinámica del acto sexual, y no me involucro con cualquiera.

Ser ninfómana conlleva riesgos como embarazos no deseados y enfermedades de transmisión sexual, incluso con precauciones.

La presión social puede causar depresión y sentimientos de culpa por disfrutar de la sexualidad, generando daño psicológico y miedo.

Los prejuicios y la falsa moral pueden llevar a considerar el suicidio.

¿A alguien le importa? -No. ¿Por qué? -Porque a sus ojos, eres considerada una «sucia puta».

Finalmente, destacó que estas opiniones están basadas en juicios superficiales y estigmatizantes,
y no reflejan el valor y la dignidad de una persona.

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